lunes, 19 de mayo de 2008

Entre tu ceguera y mi idiotez

Viajar en tren cuando la temperatura otoñal (¿?) asciende a 28º es sofocante. Buscaba un lugar donde ubicarme debajo de algún ventilete o una ventana abierta donde el aire circule. Apoyé mi cartera, pesada como toda cartera de mujer, mientras relajaba la mirada en la nada.
Escucho que detrás alguien cantaba:

"Ojalá que las hojas no te toque el cuerpo cuando caigan
para que no las puedas convertir en cristal.
Ojalá que la lluvia deje de ser milagro que baja por tu cuerpo.
Ojalá que la luna pueda salir sin ti.
Ojalá que la tierra no te bese los pasos"...

Inmediatamente recordé a quien me acercó esa melodía y fue la excusa para enviar un txt a modo de señales de buenos pensamientos a la distancia.
El cantante urbano, bien afinado, con una voz suave y entonada pacificaba el vagón del tren y a sus ocupantes .
Me doy vuelta y cuando miro me doy cuenta que....
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Cuando cursaba mi primer año de comunicación social (1994), estaba pendiente de miles de detalles propios de la vida estudiantil. Materias nuevas, responsabilidades asumidas, conocer gente. Mi actitud desde siempre fue ser sociable, es por eso que era parte de un grupo importante de nuevos/as y potenciales profesionales de los medios (nos creíamos cualquiera).
Recuerdo que un día apareció una amiga con un chico que apelando al mate y a la predisposición (nunca faltaba a los teóricos y grababa todas las clases) se integró rápidamente.
Hago memoria y me acuerdo que un par de veces viajé con él en el 600 (línea de colectivos de la ciudad de Córdoba que hacía el recorrido más largo y te llevaba a la ciudad universitaria. Si la distancia implicaba 10 minutos, tomando este colectivo debías esperar casi 1 hora) subía unas paradas antes. Cuando llegábamos frente al Pabellón Argentina, cruzábamos el campo hasta llegar a la "Escuelita".
Un día no lo vimos más, había dejado la facultad.
El año pasado caminado por la peatonal San Martín estaba frente a una casa comercial tocando la guitarra...
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el que tocaba en el tren era "Gabriel", mi ex compañero de periodismo y dedicado a la música.
Gabriel grababa todas las clases, se sentaba en las primera filas, era cordial, hacía chistes, nos contó sobre el lugar donde pasan los apuntes a braile, sí a braile para que pueda leerlos.

"Ojalá se te acabé la mirada constante,
la palabra precisa, la sonrisa perfecta.
Ojalá pase algo que te borre de pronto:
una luz cegadora, un disparo de nieve.
Ojalá por lo menos que me lleve la muerte,
para no verte tanto, para no verte siempre
en todos los segundos, en todas las visiones:
ojalá que no pueda tocarte ni en canciones"

Gabriel toca en el tren, dejó Córdoba y se instaló en Capital.
Hace un par de horas, le tomé el brazo para que me sintiera. Y el resto me lo guardo....

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